Bienvenidos a mi nueva categoría La vida en Berlín, donde me voy a enrollar acerca de cómo es la vida en Berlín, hablaré de lo que he estado haciendo recientemente e incluso reseñar productos locales. A veces me aventure a mostrar un pedacito de mi vida más allá de la comida (si tal cosa existe)!
Hoy empiezo compartiendo algo muy especial: nuestra visita al Parque Azalea y Rododendro en Kromlau, a dos horas en coche de Berlín. Cuando veas el puente seguramente os resulte familiar, porque está pero que muy visto. De hecho es un lugar tan espectacular que incluso se organizan fotos de boda (anécdota de nuestra visita!). Lo que la mayoría de la gente no sabe es que:
- es bastante fácil de llegar en coche
- el parque es mucho más que sólo el puente, hay mucho para ver
Con una botella de agua y algo para picar – léase Fizzers en abundancia – salimos de Berlín a las 9 de la mañana y llegamos poco antes de las 11 (sin paradas técnicas, orgullosa de mi minúscula vejiga), cuando todavía habían pocos coches en el aparcamiento. Sin embargo, cuando nos marchamos el aparcamiento estaba medio lleno! Imagino que en los últimos años el parque se ha hecho bastante famoso gracias a este magnífico invento llamado Internet.

Lo primero que os gustará saber es que el aparcamiento está muy cerquita del puente, a unos 5-10 minutos andando. Hay señales a lo largo de todo el camino, y después de admirar la belleza de la atracción principal, merece la pena seguir las indicaciones y visitar el resto del parque.
Estábamos cruzando de un lado al otro del puente a través de un pequeño arco de piedra, cuando ambos oímos una voz decir «Mirad, un gato!». G y yo nos miramos confusos, y de repente ahí estaba Él, el Gato Majestuoso del puente Rakotz, quien parece ser toda una celebridad de la zona. Nos hicimos amigos rápidamente, ya que todos saben amo a los gatos y ellos a mí también. Con G no tanto…

Algunas fotos del resto del parque:
Si tenéis coche, Google Maps te ayudará a llegar. Si no, Deutsche Bahn será quien te ayude.
Especial mención merece el acogedor Cafe Azalee donde nos refugiamos del cortante frío durante un rato, que ofrece una enorme variedad de helados, tartas caseras y bebidas frías y calientes variadas. Compartimos un pedazo de Donauwelle y otro de tarta de almendra, y pudimos escuchar diversos idiomas provenientes de los ocupantes de otras mesas.