Es difícil de creer que hace solamente dos semanas estaba nevando cuando ahora el cielo luce azul y las temperaturas se disparan por encima de los 15ºC! G y yo celebramos nuestro aniversario y para conmemorar, decidimos irnos de escapada a Dresde ya que no la conocíamos. A los dos nos encanta Alemania y desaparecer un fin de semana largo a alg¡un lugar desconocido, y el clima ha sido increíblemente benévolo en esta ocasión. Mi pobre pelirrojo se quemó con el sol y yo intenté disfrutar del calorcito en mi piel tanto como pude. Superamos la cantidad de pasos por día estándar con creces y sacamos cuantas fotos sin andamios pudimos para que las fotos no parecieran un catálogo de construcción.
Decidimos parar en Moritzburg en el camino de ida y en Meissen a la vuelta, aprovechando al máximo como solemos hacer cuando cogemos el coche para este tipo de escapadas.
Moritzburg es de cuento, de postal, totalmente perfecto, pero de lejos. El entorno y sus alrededores lo convierten en un lugar romántico sin igual, pero cuando nos acercamos al palacio nos dimos cuenta de que los detalles arquitectónicos eran pintados. Aunque todo hay que decirlo, se deja fotografiar muy bien:
Llegamos a Dresde hacia las 2 y poco después nos aposentamos en ese apartahotel muy recomendable, con un diseño moderno y hipster y justo en el centro de la ciudad. La localización nos permitió ir caminando a todas partes. Nuestra primera visita estaba al salir por la puerta: el Zwinger, un edificio magnífico que de alguna manera te acaba guiando hacia el resto de la ciudad, Semperoper, plaza del teatro, y terminando en la plaza donde se encuentra la Frauenkirche donde disfrutamos de unas cervezas bien frías al calor de la tarde.
A la mañana siguiente nos despertamos bastante temprano y nos dimos un buen paseo por la ciudad vacía mientras ésta se desperezaba. Aprovechando la hora decidimos subir a la cúpula de la Frauenkirche, más de 90m de altura, todo un desafío para mí y mi miedo a las alturas. Pero me empujé a salir de mi zona de confort y me siento orgullosa de no haber sucumbido al pánico gracias al apoyo de G. Más tarde fuimos a pasear por el Grosser Garten y pudimos sacar unas fotos geniales del parque y el palacio, y nos apuntamos otra cervecita al sol. Cuando el sol se escondió y ya habíamos cenado algo (sin especial mención) aprovechamos para sacar fotos de Dresden de noche. Yo me había dejado la cámara en el hotel, aunque después de unos cuantos cócteles durante el Happy Hour mi capacidad de sacar una foto decente se habría visto drásticamente disminuida.
En la mañana del último día dormimos hasta más tarde y podo después partimos hacia Meissen, un encantador pueblecito a la orilla del río, con una pequeña montaña y una iglesia dentro de un castillo. A que suena de cuento? Sus tejados rojos a lo largo y ancho de la montaña te hacen pensar que por casualidad has ido a parar al mediterráneo, con sus calles estrechas y sus edificios altos y sus calles empedradas. Valió la pena parar aquí durante unas horas, comer algo y caminar un rato antes de volver a Berlín.
Si os ha gustado seguir nuestra aventura, aquí tenéis las últimas en Diciembre y Octubre. Gracias por vuestra visita!