Señoras y señores, ha llegado el otoño!
El otoño es, después de la primavera, mi época favorita. Sin embargo no siempre ha sido así, ya que en Mallorca donde crecí existe solamente el verano y el invierno. La transición es casi imperceptible. Pasamos de ir por ahí en bañador, a andar arropados con chaquetones, bufandas y guantes. Hasta que me mudé a Berlín, Alemania. Llegué aquí justo al final de un invierno gris y miserable cuando la nieve ya había derretido toda posibilidad de emoción. Pronto tuve la suerte de disfrutar de ver la primavera florecer de manera literal, algo especialmente bonito ya que uno tiene la sensación de que los árboles pasan de un completo desnudo a verde frondoso de la noche a la mañana (ya sé que no funciona exactamente así…), y poco después conocí la imprevisibilidad del verano: granizo, arcoiris y temperaturas por encima de los 30 grados todo en un mismo día. Fue la primera vez que llovió en mi cumpleaños, a finales de Julio. Y entonces llegó el maravilloso otoño con su explosión de colores, los árboles cambiando sus hojas verdes por las amarillas, luego rojas y marrones, y las puestas de sol hacen alarde de sus tonos carmesí y dorado mezclados con azul y crema, y me quedé absolutamente enamorada.
Fue al ir a comprar cuando descubrí la diferencia: una cantidad de verduras disponibles que jamás había visto en mi país de origen . Y así comenzó mi obsesión con las calabazas – si queréis saber más sobre mi saludable obsesión, podéis ver mis recetas con calabaza aquí -. Una historia paralela es el hecho de que en Alemania las tiendas siempre van un paso adelante de manera cíclica: la Navidad viene seguida de cerca por el Carnaval y todo lo relacionado con la primavera y curiosamente la jardinería, luego llegan los artículos de Semana Santa a los que le siguen todo aquello que tenga que ver con el verano, en Agosto ya están preparados para Halloween y el Otoño, y el 1 de Noviembre empieza la locura de Navidad. Los mercadillos navideños abren el último fin de semana de Noviembre. Y os prometo que ya he visto productos típicos navideños en los supermercados (hoy es 26 de Septiembre). Es casi imposible no saber en qué época del año se encuentra uno!
Yo creo que no hay nada que personifique el otoño tan bien como la calabaza. Y ya que Berlín ha decidido saltar directamente del verano (el viernes pasado hacían 30°C) al otoño (esta mañana estábamos a escasos 5°C cuando salí de casa para ir a la oficina) he decidido honrar su llegada con una receta que no podría quedarle mejor: barritas de calabaza y chips de chocolate. Y además son veganas! Si todavía no te has convencido, lo harás después de probarlas.
- 400g harina
- 200g azúcar
- 1 cdita. canela
- 1 cdita. nuez moscada
- 1 cdita. sal
- 1 cda. vainilla
- 200ml aceite de coco
- 300g calabaza cocida (fría)
- 200g chips de chocolate veganos
- Precalentar el horno a 175ºC.
- Combinar todos los ingredientes secos en un recipientte. Añadir el aceite de coco y la calabaza y mezclar bien.
- Añadir la mitad de los chips de chocolate y mezclar de nuevo.
- Cubrir un molde cuadrado o rectangular con papel de hornear y esparcir la mezcla para dejarla igualada.
- Echar el resto de chips por encima y presionar un poco con la mano.
- Hornear unos 30 minutos. Dejar reposar en el horno apagado unos 10 minutos, y retirar para que enfríe completamente antes de cortar y servir.
CONSEJOS DE PROPINA:
- Esta receta la he hecho para aquellos de vosotros que no coméis productos animales, pero para quien lo prefiera es posible sustituir 175ml de aceite de coco por 225g de mantequilla.
- Esta receta no requiere huevos, ya que la calabaza cocida le da toda la hidratación que necesita. Sin embargo, para el que le guste, se puede añadir un huevo y aumentar el tiempo de horneado a 40 minutos.